El pastel cordobés es el dulce por excelencia de nuestra ciudad. Por las menciones citadas sobre él, podemos decir que es un postre joven, de comienzos del siglo XX en el que se les denominó en un poema anónimo unos versos hacia dos confiteras (Alejandra y Francisca), las cuales trabajaban en una pastelería en la calle San Pablo.
Existe una versión reducida del pastel cordobés, generalmente de unos 12 cm exactamente igual pero más pequeño a lo que denominamos “Manolete”. Según se cuenta, debe este nombre a que el famoso torero Manolete pedía que todos los días le trajeran esa torta a su casa para comerla de postre y al final, la pastelería optó por dedicarle el nombre suyo al dulce.
La elaboración de este pastel es muy sencilla: torta de hojaldre rellena de cabello de ángel y en ocasiones también podemos encontrarlo relleno de jamón, el cual se convierte en una mezcla dulce-salado explosiva. Para terminarlo, se recubre con azúcar y canela.
Es típico durante todo el año pero hay una fecha muy particular, el día 24 de octubre, día de San Rafael, en el que junto al perol en el campo no se debe dejar pasar por alto un trocito de este dulce.