No se sabe con completa seguridad, al igual que tantos otros alimentos, pero se cree que el origen del chocolate se encuentra en territorio mejicano o, al menos, los primeros humanos que utilizaron las semillas del árbol del cacao, se situarían en estas tierras.
Su consumo se está datando alrededor de 1500 a.C. en las tierras habitadas por mesoamericanos, aunque ni mucho menos como lo entendemos ahora.
Antes de nada, tenemos que entender que el chocolate proviene de la semilla del árbol del cacao, que da unos frutos alargados, con forma de balón de rugby, de colores brillantes según el grado de madurez. De estos frutos se extrae la semilla, con forma de almendra y un color parecido al de esta, al menos en su capa exterior.
Según la leyenda maya, el árbol del cacao fue entregado por Kukulkan a los hombres cuando terminó de crear la humanidad y el pueblo maya lo celebraba cada año con sacrificios de animales. Estos tomaban el cacao fermentado en forma de bebida. Solo fue siglos más tarde cuando se comenzó a elaborar algo parecido a lo que ahora conocemos como chocolate.
Los Aztecas, apreciaban esta semilla tanto que incluso la utilizaban como moneda de cambio. No es de extrañar, era un alimento básico en su vida y lo preparaban casi como en la actualidad. En primer lugar tostaban las semillas, las trituraban y mezclaban la pasta con agua que ponían a hervir hasta que se separaba la manteca del líquido, eliminando la espuma y volviendo a batir la mezcla hasta obtener la bebida final, que se mezclaba con chile, vainilla y otros productos.
A pesar de todo, el sabor seguía siendo muy diferente al que ahora conocemos. Era picante y amargo. Poco a poco, con la conquista de América, el chocolate se fue introduciendo en Europa, popularizándose entre las clases altas, siendo mucho después, con la extensión de las plantaciones de caña de azúcar por tierras conquistadas, cuando en un convento de Oxaca (Mexico), a unas monjas se les ocurrió mezclar el azúcar de caña con el chocolate, obteniéndose el sabor que ahora conocemos.
Aún así, no fue hasta mediados del siglo XIX cuando se empieza a industrializar, con la solidificación de la mezcla y el uso de prensas hidráulicas para separar la manteca de la pasta obtenida al triturar los granos tostados.
Que suerte tenemos de que el chocolate que utilizamos actualmente en repostería y para algunas recetas no sea tan amargo y picante como el que consumían los mayas!!
Un saludo.